¿Qué podemos aprender las mujeres venezolanas de la transición española?

Amelia Valcárcel, Delia Blanco Terán y Natalia Brandler en el tercer foro de la Alianza de Mujeres por una #DemocraciaEnIgualdad

Amelia Valcárcel, Delia Blanco Terán y Natalia Brandler en el tercer foro de la Alianza de Mujeres por una #DemocraciaEnIgualdad

¿Qué podemos aprender las mujeres venezolanas de la transición española? Mucho, y más aún cuando contamos con acceso a la experiencia de aquellas mujeres que se dedicaron a forjar dicha transición en primera persona. El El 30 de junio, reunidas en el marco de una serie de foros organizados por la Asociación CAUCE para la Alianza de Mujeres por la #DemocraciaEnIgualdad, la Dra. Amelia Valcárcel, catedrática, escritora y Miembro del Consejo del Estado español desde 2006, en compañía de la Dra. Delia Blanco-Terán, especialista en DD HH, Género y Desarrollo, ex Diputada por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), nos presentaron una serie de indicadores y de retos de la lucha por los derechos de la mujer en el campo de la política. A continuación presentamos algunas de las lecciones:

Establecer –y defender- una agenda feminista común

El paso de una sociedad cerrada y dictatorial, a una sociedad abierta y democrática, requiere de una respuesta clara a la pregunta “¿Qué queremos conseguir?”. Un primer paso para la España post-franquista fue salir progresivamente de un país sumergido en un entramado legal restrictivo y bárbaro propio del siglo XII. La apertura a la democracia implicó la necesidad de presentar en el campo de la política –y en particular de la política de partidos– una agenda genuinamente feminista, que garantizase la paridad de las mujeres dentro del poder político. Uno de los retos para Valcárcel fue (y sigue siendo) identificar cómo muchos “bajo el discurso de la libertad, nos querían vender falsas servidumbres”. Esta lucha por el posicionamiento de una agenda feminista en el marco de la transición requería no sólo una claridad teórica sobre la pregunta de qué queremos conseguir, requería también audacia. Blanco-Terán narró las experiencias de las células feministas, militantes de partidos en la clandestinidad en esos años rumbo a la caída de la dictadura, que se atrevían a colocar imágenes del aparato reproductivo femenino en los santuarios de las iglesias. Visto desde nuestro presente, hay algo de ingenuo en estos gestos, pero sería un error olvidar el largo camino que ha tenido que transitar el movimiento feminista, encontrándose siempre en una lucha con varios frentes abiertos: un sistema legal arbitrario y discriminatorio, la iglesia, los varones monopolizadores del poder político de los partidos. Sin embargo, los logros han sido muchos en la historia de la España de la post-transición, por ejemplo, la ley de los derechos sexuales y reproductivos (1984); ley de paridad en puestos de poder (1990); y la ley contra la violencia de género (2004).

La relación del feminismo con los partidos políticos

¿Cuál es, y cual debe ser la relación entre el feminismo y la política de partidos? Se planteó un debate alrededor de este tema de particular relevancia para las mujeres venezolanas que actualmente se dedican a la política (como diputadas, líderes locales y comunitarias), en un contexto de graves abusos y persecuciones. A este reto se suman las desigualdades estructurales y la clara disparidad de género en la participación política. Para Blanco-Terán la respuesta es clara: sí puede darse una agenda feminista al margen de los partidos, pero la alianza con los partidos es también clave para lograr la participación fáctica y real de las mujeres en la creación misma de la ley. Hasta tanto las mujeres queden al margen de la deliberación, los partidos dejarán pasar, en palabras de Valcárcel solo “a las obedientes” y no a las voces contestatarias. Los partidos políticos, sugirió Blanco-Terán desde su propia experiencia como diputada del PSOE en España, deben ser vistos como una ventana de oportunidad, pues difícilmente puedan rechazar una agenda feminista que vele por el desarrollo sostenible y por la seguridad no solo de la mujer, si no de todo su entorno inmediato. Ya hay tanto camino transitado en el plano del derecho internacional, ¿por qué no apelar a ello, y así forjar una agenda política de mínimos? Las preguntas de la audiencia sugirieron un cierto escepticismo frente a la posibilidad de una alianza real con los partidos políticos: ¿puede el feminismo lograr cambios concretos al margen de la política institucional?, se preguntaron algunas mujeres venezolanas que asistieron al debate.

El feminismo como una fuerza civilizatoria

Desde un punto de vista más histórico y cultural, se propuso evaluar al feminismo como una fuerza civilizatoria. Para Valcárcel, el feminismo es una señal clara que una sociedad está en camino hacia el progreso. Es ese el paso que tiene que dar Venezuela, de ser una sociedad cerrada y dominada por la arbitrariedad, a convertirse en una sociedad abierta y libre. Como movimiento civilizatorio, el feminismo promueve que “la red inteligible de acción de una sociedad pueda expresar su libertad individual”, siendo así la marca “ de una democracia real”. ¿Suena todo esto a un cierto idealismo ilustrado, difícilmente defendible en la práctica a la luz de las diversas olas de feminismo, y de las variedad concepciones de lo que significa “ser mujer” en el siglo XXI?.

¿“Ser mujer”: una discusión sobre derechos o sobre ontología?

El foro tuvo lugar un día después de la aprobación del anteproyecto de la ley "para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGBTI" en España. A raíz de este evento histórico, surgieron preguntas sobre la relación entre este feminismo de corte humanista, enfocado en los derechos y la igualdad por encima de la diferencia y del debate trans y de género. Para Valcárcel, la tensión radica en el deseo de hacer de un problema de carácter ontológico (la pregunta por el “¿qué soy?” y por el “¿qué siento que soy?”), un problema de carácter político. Según la filósofa, existe aquí el riesgo de reducir lo que ha sido lucha radicalmente colectiva, de profundo alcance histórico, en una lucha por la percepción del individuo sobre su propio ser. Me pregunto yo, como autora de esta nota, si la lucha feminista pueda seguir dándose en el plano de los derechos, sin que ello menoscabe la apertura a la experiencia de géneros, y la apertura a la legítima pregunta ontológica por el ser de cada quién. Espero que sí, de lo contrario, estaremos retrocediendo a las estructuras de esa España punitiva y censuradora de los tiempos de la dictadura.

Relatoría hecha por: Dra. Paola Romero - Universidad de Friburgo, Suiza.

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