Estereotipos de género: otra piedra de tranca para las mujeres en política
Cada vez hay más mujeres en la primera fila de la política y, aunque podríamos pensar que tienen el camino despejado para ocuparse de los asuntos públicos y que a estas alturas los hombres las consideran equivalentes a ellos, persisten ciertos obstáculos. Por ejemplo, aún tienen que lidiar con gestos repetitivos y profundamente arraigados del machismo: los estereotipos de género.
Estos estereotipos son una de las principales trabas con las que las mujeres se encuentran al momento de aspirar a la igualdad de género en la sociedad occidental. Esa “opinión o prejuicio generalizado acerca de atributos o características que hombres y mujeres poseen o deberían poseer”, como los define las Naciones Unidas, también afectan nuestras percepciones del papel que juegan hombres y mujeres dentro de la sociedad, así como los oficios y los cargos que les corresponden en razón de su sexo.
Si eres mujer, seguramente has dejado de asistir a algún espacio, realizar alguna actividad o incursionar en una carrera porque se le consideraba “masculina”; o quizá fuiste criticadas por no actuar como lo haría “una señorita”. Si bien los estereotipos afectan a todas las personas, en el caso de las mujeres es importante entenderlos como uno de los factores que acrecientan la desigualdad, la discriminación, y que les limita a desarrollar sus capacidades, elegir un camino profesional, tomar decisiones sobre su vida y, claro, las frena al momento de situarse como líderes políticas.
Hacer visibles los estereotipos puede ser difícil porque no todos se centran en cualidades negativas: irracionales, temperamentales, pasionales; sino hay otros que se vislumbran como cualidades que son consideradas “buenas”: protectoras, luchadoras, familiares. Que se sitúe a las mujeres como cuidadoras, además, impulsa la idea de que su lugar es como protectoras de hogar y alejadas del espacio público.
El techo de las líderes
Una de las consecuencias más graves que tiene sostener los estereotipos la vemos en la política: las voces de las mujeres que se abren camino dentro de los puestos de poder, siguen sin ser escuchadas ni tomadas en serio, y sus contribuciones son ignoradas o minimizadas.
Hemos visto que, en ocasiones, las mujeres en un partido político o en un gabinete sólo están allí para dar la imagen de que existe igualdad, pero puertas adentro no inciden en las decisiones; o que durante una campaña electoral se les ofrecen un puesto y al poco tiempo las remueven para poner a otro hombre.
Los estereotipos también inciden en que exista menos representación de mujeres ocupando cargos públicos y puestos de poder. Incluso en países con leyes de paridad que promueven la participación de las mujeres en el poder se ha visto cómo dentro de parlamentos y congresos se les asignan comités enfocados en temas “femeninos”, como lo pueden ser las Comisiones parlamentarias de Igualdad de género, de educación, de asuntos sociales y, a veces, de la salud.
Los estereotipos permean en los distintos niveles de decisión: es más usual ver ministras de ambiente que ministras de economía en los gabinetes ejecutivos; y a nivel comunitario vemos que más mujeres dedican su tiempo a promover el desarrollo de sus comunidades que a proponer nuevas ordenanzas. Se piensa que las mujeres en política solo pueden desempeñar labores de organización, de convocatoria, que son ideales para replicar mensajes “casa por casa” cuando en realidad sabemos que están igual de capacitadas para debatir, negociar y liderar.
Y ese es el problema: al momento de elegir, estos estereotipos pueden llevar a pensar a la ciudadanía que las mujeres tienen menos capacidad de liderazgo o son demasiado emocionales para ejercer el poder, lo que se traduce en menos alcaldesas y menos presidentas.
Por si fuera poco, las mujeres en política están expuestas a recibir constantemente opiniones no deseadas sobre su aspecto físico: un examen estético que a los hombres no se les hace; así como un gran escrutinio a su vida privada, a cuestionar sus relaciones porque “seguramente algún hombre las ayudó a estar dónde están”.
Desde los feminismos y los movimientos en pro de los derechos humanos se ha luchado por identificar estos estereotipos de género y de hacerlos visibles con la esperanza de erradicarlos para aspirar a una sociedad más igualitaria, entendiendo a los medios de comunicación como una herramienta fundamental para esto, por su enorme capacidad de masificar mensajes y fomentar valores.
Urge que desde los medios de comunicación y los formadores de opinión entiendan su responsabilidad en que estos estereotipos se sigan replicando y aprendiendo. Partir de una cobertura responsable sobre cada hecho y alejarse de prejuicios dañinos, puede ser el principio de sociedades más plurales y democracias más sólidas, sin olvidar la responsabilidad de los Estados, que de acuerdo al artículo 5 de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) están obligados a tomar “todas las medidas apropiadas para modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres”.